· ALICIA ALONSO ·
Había una vez una niña ciega que se convirtió en una gran bailarina.
Su nombre era Alicia.
En su infancia, Alicia sí podía ver, y ya era una bailarina excepcional con una gran carrera por delante, hasta que enfermó. Su vista iba empeorando con el tiempo. Se vio obligada a pasar meses en cama sin moverse, pero necesitaba bailar, así que lo hacía de la única forma posible.
-Bailaba en mi cabeza. Sin poder ver, sin poder moverme, quieta en mi cama, me enseñé a mí misma a bailar Giselle.
Un día, la prima ballerina del Ballet de Nueva York se lesionó y llamaron a Alicia para que la reemplazara. Ya había perdido buena parte de la vista, pero ¿cómo iba a decir que no? Además, el ballet que bailaría sería Giselle.
Tan pronto empezó a bailar, el público se enamoró de ella.
Lo hacía con mucha gracia y confianza. A sus compañeros les fue enseñando a esperarla en el lugar preciso, en el momento indicado.
Su estilo era tan único que le pidieron que actuara con su compañía por todo el mundo. Pero su sueño era llevar el ballet a Cuba, su país natal.
Cuando volvió de sus viajes, comenzó a enseñar ballet clásico a bailarinas cubanas y fundó la Compañía de Ballet Alicia Alonso, la cual más tarde se convirtió en el Ballet Nacional de Cuba.